Cuando uno piensa en un viaje por el sudeste Asiático lo primero que se le viene a la cabeza son sus playas tropicales y aguas cristalinas. Si bien eso fue lo primero que me atrajo a este destino, al empezar a investigar y planificar el viaje junto a Martin fuimos descubriendo que lo más impresionante de este lugar no estaba en sus playas, sino en su cultura y forma de vida, por momentos muy distinta a lo que estamos acostumbrados, pero también con muchas cosas en común.
A través de este post quiero mostrales lo que hace a Tailandia ser lo que es, su gente.
Nuestro primer destino fue Bangkok, una ciudad que combina lo antiguo con lo moderno: llena de palacios reales, templos adornados con figuras de Buda, mercados de todo tipo, olores y diversas culturas conviviendo.




La ciudad de Bangkok está atravesada por numerosos canales que han hecho que con el correr de los años se desarrollaran varios mercados flotantes, importantes puntos de encuentro a nivel social y económico. Y hoy en día un lugar de visita casi obligatorio para los turistas.



Mae Klong es otro mercado que se caracteriza por estar sobre las vias del tren, el cual pasa seis veces al día. Al escuchar el sonido del tren cada puesto retira la mercaderia y pliega los toldos para dar paso a los vagones. Las personas que alli se encuentran deben encontrar un lugar donde situarse entre el reducido espacio que queda entre las mesas, cestos y latones, mientras el tren pasa a pocos centímetros. Luego vuelve todo a la normalidad en pocos minutos. Para los turistas es algo muy atractivo de ver, mientras que para los lugareños es algo habitual del día a día.







No se puede dejar Bangkok sin visitar Khao San Road, la calle mochilera por excelencia, donde probar la comida local, escuchar musica en vivo, hacer compras, contratar tours, disfrutar de un masaje y muchas cosas más.


Desde Bangkok viajamos a Ao Nang, punto estratégico para visitar las multiples islas que Tailandia tiene en el Mar Andaman. Frente a la infinidad de islas para recorrer, optamos por conocer Koh Phi Phi y Koh Lanta.




Estando en Koh Lanta una tormenta tropical nos hizo cambiar los planes. Si bien no pudimos disfrutar de las playas hermosas que ofrece la isla, tuvimos tiempo para alquilar una moto y recorrer el lugar de punta a punta. Esto nos permitió llegar a distintos pueblos pesqueros, conocer gente que nos recibió siempre con una sonrisa y explorar la otra cara de Tailandia.






Nos despedimos de Tailandia con un paso fugaz por Phuket, una ciudad enorme, con extensas playas y este mercado nocturno en el barrio antiguo que tuvimos la suerte de encontrar por ser fin de semana.

Luego de explorar durante diez días Tailandia, tuvimos que dejar este exótico pais con la sensación de que el tiempo fue muy poco y unas ganas enormes de regresar por más. Su gente, sus tradiciones, templos y monumentos religiosos, naturaleza, playas paradisíacas y su comida caracterísica te sorprenden desde el primer día.
Sin duda una experiencia que vale la pena vivir.
Hasta el próximo destino!